VIAJE AL EUROLAMBRETTA JAMBOREE 2015. DÍA 13. «EL REY STELVIO»

16 DE JUNIO: SAN MARTINO (IT) – RÓDANO (IT) /317 kms.

Nuestro camino en busca del objetivo del día comenzó temprano y con malos presagios por lo que al tiempo se refería. Ya al despertar por la mañana se podía apreciar a través de la ventana una fina pero persistente cortina de lluvia cayendo y nubes, muchas nubes bajas. Un día gris, muy asturiano. Entraba dentro de lo previsto. Los trajes de agua estaban dispuestos y preparados para la acción.

Un cambio de chiclé de baja en la moto de Félix y una comprobación del número del mío (55) que hizo que se descartara su sustitución fueron los preparativos mecánicos antes de salir de los apartamentos Birkenau.

Este día alcanzaremos EL PUERTO DE MONTAÑA –el Passo Stelvio y su cima más alta de 2758 metros-

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Una vez atravesado Bolzano, en dirección norte, llegamos a Merano, la antigua capital del tirol italiano. Esta es una pequeña y bonita población en medio de un fértil valle lleno de manzanos y viñedos. Estamos transitando por el territorio de mayor riqueza en Italia.

La carretera que une Merano y Bolzano después de Lagundo se transforma en una carretera nacional con un destino de excepción: El Passo Stelvio. Todo el trayecto hasta el desvío del Stelvio es una maravilla, estamos en el valle de Val Venosta donde se producen las famosas manzanas que llevan su sello. Es una zona maravillosa, se va recorriendo un valle y se disfruta de una fantástica panorámica. Las colinas primero, dando lugar después a montañas de poco más de mil metros, más atrás de dos mil y al fondo los picos nevados de mayor altura.

la foto-286Orando mirando a Lambretta antes de iniciar la ascensión. ¡Como una cabra!

La maravillosa carretera hacia el Passo del Stelvio, integrada en un parque natural de 400.000 hectáreas, fue construida entre 1.820 y 1.825 para conectar Lombardía con Austria y esta prácticamente igual que en aquella época. Y eso que en la Primera Guerra Mundial fue escenario de numerosas batallas debido a su estratégica situación. Son 48 curvas en 24 kilómetros que sólo pueden ser recorridas entre junio y septiembre ya que se encuentra a 2.757 metros de altura y la climatología pone límites a su disfrute, pero en los meses veraniegos es paso habitual de los amantes de las curvas enlazadas, moteros, automovilistas y sufridores ciclistas.

Si hay un puerto en el Giro que merece de los italianos el título de Su Majestad el Rey, es sin duda este coloso de casi 3.000 metros de altitud, enclavado entre algunas de las cimas más bellas de los Alpes.

Nosotros lo ascendemos por la vertiente este, comenzando en Pratto allo Stelvio. Es la vertiente más larga y la más dura, la más histórica del “monarca alpino”.

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Después de pasar Silandro tomamos un desvío a la derecha, nos detenemos en un paso a nivel a la espera de que pase el tren. Después enfilamos, definitivamente, las primeras rampas que conducen al Stelvio. Allá, al fondo del valle se ven -más bien se adivinan entre las densas nubes- los impresionantes picos del Parco Nationale dello Stelvio, con sus cumbres cubiertas de nieve y las laderas oscurecidas por el verde de los abetos. Un paisaje típicamente alpino, una postal mítica de los Alpes italianos. “¡Allá vamos!”. Félix se ha ido por delante, ya nos veremos arriba. Prefiero ir más lento porque este tramo de ruta es para disfrutar en solitario, en simbiosis con la carretera, en egoísta ascensión que ha de experimentarse en soledad.

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Aparece el primer “tornanti”, empedrado, como corresponde y con una buena pendiente. Un placer malsano recorre todo mi cuerpo en este primer saludo al Stelvio. Las curvas cerradas se suceden y la pendiente es cada vez más pronunciada al tiempo que la carretera se va estrechando. Los abetos jalonan la carretera y se descuelgan ladera abajo manteniéndose firmes en esta pendiente imposible. Al dejar atrás las últimas casas una barrera pintada de blanco y rojo se halla levantada. Es un dispositivo que se usa para cerrar los puertos al comenzar el ascenso durante el invierno, cuando están cubiertos de nieve. Más arriba, otra barrera, ésta de bloques de cemento, también está abierta. Es martes, la carretera está prácticamente solitaria, es nuestra, nos pertenece. Somos los más felices del mundo rodando en este silencio tan solo roto por el discreto escape de la Lambretta.

La brisa se torna cada vez más fría, la lluvia se intensifica, aparecen amenazantes bancos de niebla en el horizonte y el olor a pino y a frescura se cuela al interior del casco impregnándome, aún más, de aroma de la montaña. ¡Qué placer!

Han desaparecido los árboles conforme vamos ascendiendo. Ahora los neveros sustituyen a la arboleda y se ve la carretera en toda su impresionante magnitud. El piso, en algunas curvas, ha sido reparado recientemente pero, aún así, toda está bastante bacheada y no ofrece mucha confianza.

Cuatro kilómetros, tres kilómetros, última curva, faltan 500 metros ¿Estará grabando la cámara que llevo en el casco? Marcas de pintura en el suelo para indicar la llegada al Passo. 300 metros, 200 metros, 100 metros.. Excitación. Grito para mis adentros: ¡Vamos Javier! ¡Vamos Lambretta! ¡Ya estamos! ¡Lo hemos conseguido!

Su Majestad se ha postrado a nuestros pies y nosotros le rendimos pleitesía: es el Rey Stelvio.

Desde arriba, coronado el puerto, echamos un último vistazo a toda la ruta ascendida para que se quede bien grabada en nuestros discos duros. La verdad que parece increíble que hayamos podido ser capaces de subir por ahí. Y qué decir de los ciclistas que lo hacen también… Eso sí que es meritorio.

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Nos hacemos unas fotos ante la señal en el alto y coloco la pegatina del club en lugar bien visible: Liadas SC en lo más alto.

Nos tomamos un café y una cerveza rápidamente en una cafetería del alto para entonar, nos compramos unos parches de recuerdo en uno de los múltiples tenderetes que allí hay y empezamos a bajar hacia Bormio. Algo más de 26 kilómetros aún por delante para disfrutar.

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La primera parte de la bajada es bastante rápida y la temperatura es de algo menos de 5ºC. Ha dejado casi de llover. Descendemos aproximadamente tres kilómetros hasta llegar al cruce hacia el Umbrailpass, que da acceso a la vecina Suiza. La tomamos para hacernos la fotografía de rigor ante el paso fronterizo. Con este son ya nueve países por los que hemos transitado en moto, tal vez sea éste nuestro paso más fugaz por uno de ellos, el suizo.

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Ya de nuevo en la carretera del Stelvio observamos parte de las múltiples paellas de la ruta por la que habremos de descender para que no olvidemos nunca uno de los más maravillosos panoramas que veremos en nuestras vidas.

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Después de otros seis u ocho kilómetros de descenso, se abre ante la mirada otro grandioso espectáculo: una gran cascada con sucesivos saltos de agua a nuestra derecha. Seguramente sea este uno de los tramos más exigentes cuando se sube el puerto por esta otra vertiente.

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Hay un Mirador y un Bar sobre la espléndida cascada, cuya fuerza es aprovechada desde hace años para producir energía eléctrica para la región. No es mal sitio, no, para detenerse a admirar el espectáculo y tomar una foto.

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Continuamos después por la carretera que son los enrevesados intestinos del Stelvio y nos adentramos en otra zona de continuos “tornanti” (herraduras) que nos sumerge en los primeros túneles y galerías abiertas de nuestra descenso, bajando una rampa tras otra. Hay que ir bien atentos y no despistarse para atravesar todos esos huecos en la montaña que la carretera va abriendo en la ladera.

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Y llegamos a Bormio.

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Contadas cuidadosamente una a una, para salvar el puerto de valle a valle hay que tomar -nada más y nada menos- que ochenta y seis curvas de herradura, una tras otra, casi ininterrumpidas.

El Stelvio esta catalogada como una de las carreteras mas peligrosas del mundo, pero ¿quién cataloga estas cosas? Quizás si en enero te pones a subirla o bajarla con esquís de travesía es posible que lo pases mal, pero acelerando cuesta arriba con una Lambretta, en segunda y en primera, estoy seguro que peligrosa será únicamente para las marmotas que puedan cruzarse en la carretera 🙂

Allí en Bormio intentamos comer algo pero no lo conseguimos porque era una hora un tanto tardía. Así que poco más que una bolsa de patatas fritas en un bar donde dos vertebrados locales entablan una conversación con Félix sobre Vespas y Lambrettas y a seguir nuestra ruta que aún nos quedaba -sin nosotros esperarlo- el peor tramo de todo el viaje.

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Riders on the storm…

Tras repostar en una gasolinera creo que poco antes de un lugar llamado Sondrio, comenzó a llover como si no hubiera un mañana. Fueron unos veinticinco kilómetros los que hicimos hasta llegar a un punto donde Félix me estaba esperando y me dijo algo así como esto bajo el gran aguacero:

«Situación: nos quedan más de 150 kilómetros para llegar a Ródano, estoy mojado hasta los güevos (mientras escurría delante de mis narices sus guantes para demostrarme que realmente estaba calado), o le damos caña a las motos y tratamos de llegar lo antes posible o esto va a ser un infierno».

Yo, un tanto perplejo y a la vez partiéndome el culo por dentro ante semejante aseveración, le respondí que poco distinta a la suya era mi realidad y que sintiéndolo mucho no iba a arriesgar mi vida yendo a toda velocidad en esas condiciones y que si él sí estaba dispuesto a hacerlo que tirase p’alante y que ya nos encontraríamos en algún punto de la carretera cuando tocase repostar nuevamente.

Y llegamos a Tirano y allí nos reagrupamos. Caía el diluvio universal, cada kilómetro que avanzábamos más grises eran las nubes y más oscuro se ponía el panorama. En la carretera general había bastante tráfico, había zonas del pavimento con mucho agua por badenes, vehículos en sentido contrario que te escupían olas y olas de agua -especialmente los camiones-, en algunos lugares el asfalto no se veia por la capa de agua y no se sabía bien por dónde ibas, la pantalla del casco se empañaba…

Así que cuando vimos la posibilidad de meternos por autopista en dirección Milán no lo dudamos. Para nuestra fortuna la autopista estaba repleta de túneles. Mas de una docena de ellos atravesamos de diversa longitud pero varios  de más de seis kilómetros y todos ellos fueron nuestra milagrosa salvación, o al menos mitigaron bastante la «avería» en forma de mojadura inmensa. A nuestra derecha veíamos de vez en cuando el Lago de Como, una de las joyas de Italia que desgraciadamente no pudimos disfrutar por culpa del adverso tiempo.

Siceramente los kilómetros que hicimos por autopista lo pasé mal, además de por el frío en todas las partes porque los conductores italianos a veces se comportaban como potenciales asesinos.  En nuestra última parada para repostar antes de llegar a destino aproveché para tomar una foto de lo que se veía del Lago Como a través de una valla.

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Y finalmente llegamos a Ródano, sí. Sanos y salvos pero también empapados. Y fuimos felices y comimos perdices un plato de pasta Félix y una pizza cuatro quesos un servidor, despojados de nuestros calcetines y botas mientras esperábamos la gloriosa venida de la mujer en cuya casa nos alojaríamos esa noche (que había quedado en acercarse a buscarnos para acompañarnos hasta su B&B y así evitarnos pérdidas o vueltas innecesarias).

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la foto-285Así se le quedan a uno los pelos después de subir a casi 300 metros de altura y soportar una tromba de agua de las que hacen época. «Planchado lombardo»

 

Día 13: 317 kms. /75,00 euros: gasolina+aceite-30,00 euros (tres repostajes), hostal+desayuno-30,00 euros, otros-15,00 euros

(continuará)

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